El primer camarógrafo de la televisión uruguaya: Jorge Severino.

Después de los pioneros experimentos de 1943, a cargo de Juan E. Obiol y Mario Giampietro, respectivamente, continuaron los esfuerzos para instalar definitivamente un canal de televisión en el Uruguay.

Primeras emisiones experimentales de televisión en el Uruguay en 1943: Juan E. Obiol por cable, y Mario Giampietro por señal de aire, con el indicativo CX5AQ.

Ya desde 1946, la Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos (ANDEBU),  venía acariciando y rastreando proyectos de TV.

Raúl Fontaina.

Con don Raúl Fontaina, de S.A.D.R.E.P. (Sociedad de Radio Emisoras del Plata, CX16 Radio Carve y CX24 La Voz del Aire) , y la companía de equipos cinematográficos, C.U.F.E. (Compañía Uruguaya de Filmaciones y Exhibiciones), se establecería, de inmediato, el «casamiento» entre la radio y el cine.

En 1949, en ANDEBU, Raúl Fontaina y Juan Enrique De Feo crean el estatuto de formación de S.A.E.T.A. (Sociedad Anónima de Emisoras de Televisión y Anexos), que se conforma en enero de 1950. Presidió S.A.E.T.A. el mismo Raúl Fontaina.

Con la integración de capital, la explotación de este revolucionario invento habría de ser millonaria.

Juan Enrique De Feo.

Alicia del Val, en «Mundo Uruguayo» de 1953 escribía:

«Para la más simple toma en estudio se necesitan tres cámaras. Una con rieles, como para los ángulos especiales; otra un poco aérea, como en el cine, y una fija. Porque como en el cine, hay que dar sensación de movimiento y cambio. Los equipos callejeros llevan lo que se llama micro onda. Cualquier acontecimiento, se puede «pasar» por las caseras pantallas… Cosas veredes, oh Sancho!»

¿Parece un sueño, eh?. Tanto más vago si se piensa que, para construir una estación televisora, con alcance hasta Canelones, se precisaría una media docena de milloncitos…

Y dice también:

El día en que la televisión sea un hecho, la gente se va a enloquecer. Y de un día para el otro, todos querrán ver al conferencista, y la jugada de su crack favorito y la «oreja» por la que gana un «racer», y el rostro de su ídolo de radio-teatro.

La radio actual (agrega fulminante) morirá en horas. El avisador (factótum del mundillo radiofónico) ya no tolerará discursos, ni músicas, ni discos, ni peroratas convincentes. Podrá mostrar (brillantes e idénticos) su botella, su traje, suvino, su arroz… las etapas de un viaje… Nos mareamos, sóloal prever. Nunca mejor el verbo: prever”.

Todo se andará. En EE.UU., apenas terminó la guerra,irrumpieron las nuevas estaciones. Hoy [1953] hay más de 100. Se ve cualquier cosa, desde cualquier parte. Incluso,se hacen las famosas pasadas por cable, hasta cualquier rincón. Cuestan 1000 dólares por minuto…  Algunas de esas trasmisiones por cable hizo Radio Carve en 1943. Claro, que en pleno periodo de tanteos, cuando Giampietro se volvía loco probando tubos y antenas. Pero la gente, reunida para presenciar la experiencia, vio «ahí, al ladito», la rueda delantera de la máquina que Atilio François accionaba en el Velódromo.»

Los comienzos fueron duros y debió formarse una Comisión de Apoyo, integrada por prestigiosos representantes de industria y comercio, pero poco a poco, la publicidad comenzó a tomar su puesto en el sustento del nuevo medio, afianzándolo.

En 1953, Fontaina, al frente del Directorio de SAETA decía:

«No perdemos de vista lo mas sutil y difícil de nuestra casi quijotesca empresa. ¿Qué es?. Es la humana y lógica comprensión de un problema de industria y trabajo. Decimos industria y trabajo, a las muchas actividades que suponen vida desahogada para mucha gente que, como modus vivendi, tiene sólo lo que produce la Radio, en facetados aspectos.

Importación, construcción y reparación de los actuales receptores… 

¿Cuántos talleres y tallercitos subsisten por ellos?. Y además… No todos los actuales artistas, comentaristas o locutores podrían amoldarse a la norma nueva. Los jefes de propaganda, por su parte, tendrán que modificar sus actuaciones, sus puntos de vista, su inventiva publicitaria».

«Es cierto que, inmediatamente, surgirán nuevos oficios; fotógrafos de cámara callejera, dibujantes, escenógrafos,cameramen, buscadores de trastos e implementos para visualizar, tramoyistas (distintos, por cierto, a los del teatro), iluminadores, archiveros de objetos y grabados múltiples»

«Todo se irá estudiando; la faz humana y social, no la perderán de vista quienes tienen la lógica expectativa de crear un nuevo y revolucionario medio de comunicación entre los seres humanos”.

En 1955, se efectúa una transmisión en circuito cerrado, a los efectos de prueba, en el predio de la «Primera Exposición Nacional de la Producción». Se utilizó una improvisada antena de 45 metros, erigida sobre un viejo tanque de agua, con una potencia de salida de 100 Watts y acondicionando un estudio en unos galpones.

Primera placa identificatoria de SAETA TV, Canal 10, lanzada en las primeras emisiones de 1956.

Se armaron el estudio, la mesa de control y el equipo. Tendieron cables y levantaron la antena todos bajo las órdenes de don Fontaina. Mientras tanto, técnicos e ingenieros dirigían el montaje y la instalación de la única cámara, de 90 kilogramos, que Ariel Severino estrenó después de «dos años de zozobra».

El 7 de diciembre de 1956, a las 18:30 comenzó, formalmente, la trasmisión de televisión en Uruguay, con la emisión que realizó SAETA TV CANAL 10.

Fue en la Primera Exposición Nacional de la Producción, en el Cilindro Municipal, donde se colocó un equipo de 100 Watts en una antena de 45 metros y un estudio en galpones de bloques, madera y chapas. De ahí la conocida denominación, «los galpones del 10».

La trasmisión, comenzó con películas, documentales, comerciales, hasta la emisión oficial,  que recién comenzó alrededor de las 20 y 30, en virtud de que los actos de la reapertura de la Exposición retardaron la llegada de los Ministros Dr. Héctor A. Grauert (Presidente de la Muestra) y Fermín Sorhuet.

Raúl Fontaina (h), inaugura la primera emisión del primer canal uruguayo. A su derecha, las autoridades gubernamentales: el Dr. Grauert y el Sr. Sorhuet y la cámara TK31 manejada por el «Pisa» Severino. (Foto incluida en el libro «Ayer te vi, Crónica de la televisión uruguaya, Luis Prats, Ediciones de la Banda Oriental, 2009).

Luego, una improvisada frase: «Señoras y Señores, a partir de este momento, SAETA TV CANAL 10, está en el aire», emitida por Raúl Fontaina (h)

video-icon48x42Reconstrucción, en el lugar de los hechos, con imágenes actuales y de época, del primer día de transmisión de TV en Uruguay. Raúl Fontaina (h), primera persona que apareció en la televisión uruguaya el 7 de diciembre de 1956. Canal 10 pionero, de la mano de la familia Fontaina (Don Raúl y sus hijos Raulito y Milton).

 

La Prensa anunciaba: «Hoy se inaugura la Primera Estación Televisora Uruguaya. En la Exposición Nacional de la Producción». Tal lo titulado por el Diario «La Mañana». Y agregaba:

«Con la inauguración de la estación televisora que operará en el Canal 10, el Uruguay adquiere máxima categoría en materia de comunicaciones mediante el último adelanto mundial al respecto».

«Se captó hasta San José y Atlántida».

TV URUGUAYA EN EL AIRE.

A su llegada fueron recibidos por el señor Raúl Fontaina, quien los invitó a tomar parte en la emisión inaugural de la emisora. Luego de la irradiación del Himno Nacional, el Sr. Raúl Fontaina (h) declaró iniciada la serie de transmisiones comerciales de S.A.E.T.A agradeciendo a todos los que colaboraron para que este primer intento llegara a culminar.

A pedido del Sr. Fontaina, hicieron uso de la palabra el Dr. Grauert y el Sr. Sorhuet, quienes hicieron referencia a lo que significaba el esfuerzo emprendido, que permitía que el Uruguay se contara desde ayer entre los países que poseen el moderno sistema de difusión».

El apoyo comercial tuvo sus primeras promociones con «Casa Cardelino», uno de los principales anunciantes del CANAL; así como también CUFE S.A. y «CASA MORIXE, Ltda. Las marcas de televisores se anunciaban y así se podían ver: Admiral, Emerson, Sylvania, RCA Víctor, y CBS Columbia.

La Programación se extendía desde la tardecita hasta la noche. La cartelera televisiva presentaba diversas documentales extranjeras cedidos por las Embajadas de Alemania, Francia, Italia, España e Inglaterra.

Así el Diario «La Mañana»,  informaba de la programación televisiva:

«Noticiario y film sobre delincuencia infanto-juvenil. Continuando con sus emisiones iniciales que comienzan como de costumbre a las 19 horas, TV SAETA anuncia para hoy la televisación del último Noticiario Americano…

TV SAETA une, de esta forma, a su esfuerzo por incorporar tan moderno elemento de difusión a nuestro país, el deseo de brindar al público las últimas noticias del mundo».

El 13 de diciembre de 1956 el diario «La Mañana»,  escribe:

«Programa de SAETA TV para el día de hoy. Prosiguiendo con sus emisiones experimentales, la Primera Estación de Televisión de nuestro país anuncia para hoy – a partir de las 18.30 – un variado programa de filmes didácticos y de entretenimiento, junto al último Noticiario Norteamericano recibido en el día de ayer por vía aérea. TV SAETA que opera en el CANAL 10 con la característica CXA 10 TV; procura, en esta forma, mantener informados- como un anticipo de lo que serán sus futuras transmisiones regulares – a sus tele-espectadores, de las últimas noticias del mundo.

«Toda la propuesta, excepto documentales, salía al aire en vivo; incluidos los comerciales. Los primeros rostros en aparecer en SAETA fueron Carlos Giacosa, Mario Fonticiella, Víctor Hugo Pedroso, Barret Puig».

Luego se incorporó a Cristina Morán que se convirtió en la primera mujer de la televisión nacional.

Cristina Morán, es la primera mujer que apareció en la TV comercial uruguaya. La primera imagen de la televisión es, sin embargo, la hija de Mario Giampietro, Nelly, que fue trasmitida por primera vez en el país y en Sudamérica, desde su casa y fue recibida por ondas, en el Palacio Legislativo, en la prueba experimental de 1943. Foto CdF.

Siete años estuvo SAETA en ese predio de la Exposición, hasta su traslado al moderno edificio de la calle Lorenzo Carnelli, donde funciona desde 1963.


El infatigable “Pisa” Severino, capta las instancias del programa “Night Club” -1957.

Jorge Severino, fue el primer camarógrafo de la televisión comercial uruguaya. 

Según relata el periodista Luis Prats en su libro «Ayer te vi, Crónica de la televisión uruguaya», (Ediciones  de la Banda Oriental, 2009):

«Don Raúl Fontaina había dispuesto la instalación de los estudios y controles técnicos en un galpón ubicado en un terreno cedido por la Intendencia en el mismo predio del Cilindro.

Se colocó un piso de madera, que no resultó el más adecuado para el deslizamiento de la única cámara con la que contaba la empresa. Se trataba de una TK 31, marca RCA, cuyo peso según las diversas fuentes iba de 80 a 90 kilogramos. En todo caso, era un armatoste, que «el Pisa» Severino manejaba con singular pericia.

Esa posición convirtió a Severino en un personaje absolutamente clave de aquellos años. […] [Severino], cuando llegó a SAETA, había trabajado en la TV venezolana, por lo cual era, junto a Raulito Fontaina (quien había estudiado en Estados Unidos), los dos únicos funcionarios con alguna experiencia en el oficio.

La cámara poscia tres lentes, que Severino cambiaba con insuperable rapidez mientras seguía enfocando. A menudo se usaba un espejo, colocado en el techo o a cierta altura, para crear la ilusión de una segunda cámara. En otras ocasiones, la TK se instalaba en un autoelevador, para que el televidente creyera que la izaba una grúa. Y en ocasiones, el Pisa simplemente quitaba la parte superior y cargaba la pesada cámara al hombro».

El siguiente, es un reportaje hecho a él, por el periodista y escritor César Di Candia, y publicado en el semanario «Búsqueda», el 2 de setiembre de 1999.


Primer camarógrafo uruguayo Jorge Severino: «la televisión es una prostituta cara y lo único que quiere es plata y más plata».


La televisión nacional tardó más en desarrollarse que en otros países, porque SAETA era propiedad de las radios y éstas tenían miedo de que pudiera ser competencia de su propio negocio.


Si uno cuenta que el primitivo Canal 10 dependía del carburador de un motor, suena a cuento de Don Verídico. Si dice que Ella Fitzgerald, Harry James, Sammy Davis junior, Edmundo Rivero, Johnny Ray, Aníbal Troilo, Roberto Yanés, Héctor Mauré, Pedrito Rico o Juan D’Arienzo, cuando actuaron en los galpones de SAETA y tuvieron que ir al baño pasaron por una inolvidable experiencia porque el único existente era una especie de establo sin papel ni lavatorio, tampoco podrá ser creído.

Si recuerda que en aquel lugar no había enchufes, que los actores se maquillaban a si mismos, que los taxis no entraban al predio porque no podían vencer los zanjones, que el encargado de la única cámara a veces andaba con unas copas de más, llegará a la conclusión de que los inicios de la televisión nacional configuraron un milagro.

El Uruguay transitaba todavía a tranco lerdo y no pensaba en la posibilidad de que algún día perdiera rueda.

Casi cincuenta años después de aquellas experiencias, Jorge Severino, el primer hombre que ejerció en el país el oficio de camarógrafo de televisión, se ha prestado para rememorar aquellos años qué tuvieron mucho de locura.

No es el mismo de antes. Ha tenido reveses económicos, vive ahora en Río de Janeiro con su segunda esposa, y padece un problema de salud que lo obliga a tratarse cada tanto en el Maciel, porque no confía en los hospitales brasileños.

Un viejo amigo de sus años locos, el ex publicista Atilio Rienzi, le facilita un alojamiento precario, lo cuida y lo rezonga porque pese a su enfermedad no deja de fumar. No le hace demasiado caso. Está viviendo todavía sus impetuosos setenta años y carga sobre su espalda una mochila cargada de proyectos.


 -La familia Severino ha estado vinculada tradicionalmente a la pintura y la escenografia.

-Juan Severino fue pintor y su hijo Ariel, mi primo hermano, era escenógrafo. Mi padre no tenía nada que ver con el arte. Trabajaba como funcionario público en la Aduana.

Pero usted se formó al lado de Ariel.

-Cuando dejé el liceo me fui con él a trabajar a Venezuela. Ariel ya había estado allá con un equipo de cine argentino en el año’49. Filmaron una novela de Rómulo Gallegos en la isla Margarita, que después Pérez Jiménez prohibió.

Se vino para acá y en el ’52 lo mandaron buscar de vuelta. Yo me fui a Caracas un par de años después, para aprender escenografía con él.

La verdad es que era un negado para el dibujo, tenía un zapato en cada mano pero trabajando me defendía. Ya había estado acá como ayudante de mi primo en un taller que tenía en la calle Larrañaga. No sabía hacer diseños pero armaba bien las cosas.

-¿Y por qué se fue?

-Porque era joven, irresponsable y me tiraba la aventura. Además tenía la ventaja de viajar con trabajo seguro.

La sorpresa fue que en Caracas me pusieron en las manos un artefacto que nunca había visto y me dijeron: tiene que filmar el domingo en el hipódromo.

Así fue como largué la escenografía y me hice camarógrafo: a rostro riguroso. En realidad, me gustó mucho más.

Al año y medio me vine para acá de vacaciones y me encontré con que acá se estaba armando un canal que iba a empezar a hacer transmisiones experimentales en la Exposición de la Producción, donde luego se erigió el Cilindro Municipal.

Nosotros íbamos vinculados a Carmelo Imperio, porque Ariel le hacía bocetos para algún carro de carnaval que él utilizaba como propaganda.

Mi padre le habló de mí, él me recomendó a don Raúl Fontaina y a los dos días ya estaba en el canal. SAETA quiere decir Sociedad Anónima de Emisoras, Televisión y Anexos y sus dueños iniciales eran varias radios de Montevideo.

Pero el que había movido todos los hilos era don Raúl Fontaina. Los primeros días hasta don Luis Batlle, que era el dueño de Radio Ariel, fue de visita para ver en qué consistía aquella cosa tan extraña que se denominaba televisión.

¿Y cómo era, según su recuerdo?

Era un canalcito de circuito cerrado. Más que un canal, era una canaleta (se ríe).

Con los años vinimos a enterarnos de que la idea de don Raúl era llevar la televisión muy despacito para que no estropeara el negocio de la radio.

Cuando salió el Canal 4 y nos sacó del mapa ya no pudieron frenarlo más y recién ahí le dieron otro empuje.

-¿Cómo fue, mirado desde adentro, el primer programa de televisión emitido en el país?

Algo risible. Eso ocurrió el 7 de diciembre de 1956 y ni siquiera se había terminado el piso.

Concurrieron el ministro Héctor Grauert, el arquitecto Orozco, que era directivo de la Exposición Nacional de la Producción, los hermanos Cardelino, autoridades de lo que pidieras.

Hasta ese momento se habían hecho solamente transmisiones en circuito cerrado, donde la gente podía verse y salía comentando la gran novedad.

El día de la inauguración no habían terminado de ponerse las tablas del piso y me tuve que arreglar moviendo la cámara por arriba del pedregullo.

Ni le cuento los saltos que daba (se ríe). Yo había ido hasta de traje, algo totalmente inadecuado para mis funciones.

-¿En qué consistió la ceremonia inaugural?

-En decir discursos, como siempre. La presentación de los oradores la hizo Raulito Fontaina, el dueño del primer rostro que apareció.

  • El canal a motor naftero

 -¿Cuántos televisores habría en ese momento en Montevideo?

-Muy pocos. Pertenecían a marinos que se los habían traído de Estados Unidos y a otras personas que vivían en algunos lugares específicos y a veces veían los programas de Buenos Aires.

No sé… habría mil o dos mil televisores. Y creo que es mucho. Donde había bastantes, era en la zona del Santa Lucía, donde pescaban bien los programas argentinos.

Nosotros ni sabíamos bien cuál era nuestro alcance. Al tercer día, llamó por teléfono un tal Cayetano Sapere desde la ciudad de La Plata para decimos que hasta allá llegaba perfectamente. Se lo dijimos al ingeniero norteamericano Howard Town, que había venido como jefe de técnicos y éste nos contestó que debía tratarse de un error, porque de ninguna forma podía llegar la señal hasta allá.

Le mostrábamos el mapa y él nos decía: “It’s imposible”.

Recuerdo muy bien el nombre de Cayetano Sapere porque para nosotros fue como un símbolo.

El equipo que había traído SAETA, según nos contaba el mismo ingeniero, era muy barato porque había sido comprado usado a la Marina de Estados Unidos, funcionaba entre los barcos como un sistema de circuito cerrado.

La verdad es que el alcance del canal era corto, salvo algún día excepcional que podía llegar a la Argentina. Era un equipo limitado y más allá de cincuenta quilómetros no llegaba.

Tenía un generador a nafta y cuando se le tapaba el carburador la imagen iba y venía (se ríe).

Un día vino el famoso concertista de guitarra norteamericano Charles Bird y al entrar le dijo a su representante: “Esto parece un campo de concentración”.

Y era verdad. Todos eran galpones de aluminio a los que forrábamos con estopa, pero cuando llovía fuerte se sentían las gotas.

Grupo folklórico infantil tras una actuación en los viejos galpones de SAETA. El tercer niño arrodillado, desde la derecha de la foto, es el autor de este blog. c 1963. (Archivo Horacio Nigro Geolkiewsky, LGdS).

-En el Canal 5 todavía se siente lo mismo.

-Bueno… el canal se hizo a los barrigazos… Todo era improvisado: un informativo, un programa de deportes, unos títeres… Lo que se podía hacer sin costo, se hacia.

Era complicado hasta tener un pizarrón para poner la cotización de la moneda, porque no había plata para comprarlo.

Al principio salíamos de diecinueve a veintiuna, con documentales que nos cedían las embajadas.

Si mal no recuerdo una de las primeras imágenes que sacamos fue una tapa de disco que tenía el rostro de una mujer. Le hicimos un agujerito en la boca, le pasamos un cigarrillo y uno de los serenos escondido del lado de atrás, pitaba para dar la sensación de movimiento.

Después Carmelo Imperio empezó a hacer programas de tipo folclórico, y como no había nada tuvo que llevar hasta las cortinas.

El gordo Atilio Rienzi también armó programas. El primer aviso que salió era el de RCA porque tenían un convenio.

-¿Cuánto ganaba usted?

Nunca sabíamos ni cuánto ganábamos ni cuándo cobrábamos. Por eso salía a buscar avisos y cobraba una comisión.

El baño era un establo donde solamente podían ir los hombres.

Una noche vino Ella Fitzgerald a cantar, pidió para ir al baño y pasamos una vergüenza espantosa. En el recinto no había nada, ni siquiera papel o un lavatorio con un jabón. Cuando salió nadie quería enfrentarla por temor a un insulto, pero ella no dijo ni una palabra. Realmente era una dama.

Don Raúl nos decía que al canal había que ir comidos y con las necesidades satisfechas. Aquellas dos horitas no podían ser utilizadas para otros menesteres.

Se hacia todo invirtiendo tan poco dinero, que cuando dije que el piso debía ser de [cemento] Pórtland lustrado para amortiguar los ruidos, me contestaron que no, “porque el día que el canal se mudara, el portland no se lo podían llevar y en cambio la madera sí”. Ahí ya vi la mentalidad con que se trabajaba. Todos eran devotos de la virgen del codo.

Si hubiera sido por ellos, el horario no se hubiera extendido nunca.

Después el público presionó y se estiró hasta las diez, con la oposición de don Raúl, porque él sostenía que si se seguía alargando, a aquello no lo iba a parar nadie. Y desde su punto de vista tenía razón.

Me estoy acordando ahora que Milton Fontaina tenía un programa periodístico y una noche llevó a don Joaquín Martínez Arboleya, en ese momento casado con doña Elvira Salvo.

Y esa vez, don Joaquín -que se lo merecía porque estaba vinculado al cine y a los noticieros “Uruguay al día” y “Emelco”- anunció públicamente que don Luis Batlle le había otorgado la concesión del Canal 4. Otros sucesos familiares la dejaron fuera, pero el primer concesionario fue él.

-SAETA también cambió de dueños.

-Para no quedarse atrás del 4, don Raúl llamó a sus socios y les dijo que ahora la cosa iba en serio y que debían poner tantos dólares cada uno.

Como ninguno quiso agarrar, compró todas las partes. Y ahí fue que la relación con sus hijos Milton y Raulito se empezó a deteriorar.

Yo era amigo de ambos, estaba jugado por ellos y no me quiero meter en problemas familiares.

Lo cierto es que don Raúl invertía poco.

Cuando tuvo que poner la antena nueva, en vez de mandarla hacer a Alemania, como lo hacían todos los canales del mundo, se la encargó a una empresa de Montevideo.

Desde lejos, parecía un lápiz. La televisión emite normalmente ondas en forma de hoja de trébol, con algunos huecos.

La antena nueva transmitía en forma de estrella. Había ondas que llegaban a la punta de la estrella, digamos Juan Lacaze o Punta del Este, pero otras ondas llegaban hasta el arranque de la estrella y el canal no se podía ver en Pocitos.

Y esto justo ocurrió cuando salió el Canal 4. En esas circunstancias este canal nos pasó por arriba y costó mucho volver a igualarlo. Pero me estoy adelantando.

En los primeros meses, no teníamos ni enchufes. El fondo del noticiero era vergonzoso: un cartón donde pegábamos fotos de los diarios.

El 24 de diciembre nos mandaron a cada uno un sobre azul de esos bien ordinarios, dentro del cual había diez pesos “para que nos tomáramos un whisky».

Pese a eso todos trabajábamos con un espíritu increíble.

Había un muchacho, Casella, que cumplía funciones en un banco en la Ciudad Vieja y se compró una moto para llegar en hora. A los quince días terminó muerto en un accidente de tránsito por apurarse a llegar a un empleo donde no le pagaban. Hoy nadie se acuerda de él.

  • Los artistas gratuitos.

Usted dice que a la mayoría no le pagaban y trabajaban por amor al arte?

-¡Seguro que sí!. Todos eran aficionados, gente que quería estar, que trabajaba para ver cómo era la novedad.

Venían muchachitos del barrio para sujetar los cables y al día siguiente regresaban.

Aquello era como un club deportivo.

Milton y Raulito hacían lo que podían. Después vinieron Carlos Giacosa, Barrett Puig, Walter Santos, aquel que fue secretario de Pacheco Areco, Reppeto, Mario Fonticiella…

Le digo más: cuando llovía los taxímetros no querían entrar porque dejaban los caños de escape en las zanjas.

Un día que la locutora de Casa Soler no pudo venir porque el taxi se negó a traerla, salió Raulito en cámaras haciendo un aviso de bombachas.

Se supondrá las guarangadas que dijo. Soler estuvo a punto de retirar el apoyo publicitario.

Victor Hugo Pedroso, Carlos Giacosa, Jorge Severino, y Barret Puig. (Fuente).

-Así y todo a veces venían personajes importantes.

-Venían y trabajaban gratis porque estaban trabajando en algún local montevideano y querían hacerse un poco de publicidad.

Juan Verdaguer fue de los primeros que vino. Yo no sabia que era malabarista de circo, pero en aquella época hacía sus cuentos mientras tiraba al aire varias pelotitas.

En ese mismo show también actuó Pedrito Rico. Creo que eso ocurrió allá por el verano de 1957.

Después empezaron ya las “Noches Brillantes de Angenscheidt”, que muchos de los lectores de más edad habrán de recordar.

En una oportunidad en que el gerente de esa tienda descubrió que estaba en el Victoria Plaza de incógnito Andy Williams, que en ese momento era el cantante de más arrastre popular en Estados Unidos, fueron a hablar con él y le explicaron que su presencia en un canal que recién empezaba era fundamental.

El hombre al principio no quería pero al final les pidió un viático de cien dólares. Le dijeron que no porque era muy caro.

El tenor italiano Michelangelo Verso. 1959.

-De modo que según usted dice, y a mi me parece bastante irreal, todos aquellos artistas actuaban en el canal sin percibir ninguna remuneración.

-Unos no cobraban porque llegaban al Uruguay subvencionados por sus países, otros porque se publicitaban a sí mismos.

Por el canal paseó Ella Fitzgerald, Johnny Ray, Sammy Davis Junior, Harry James con su fantástica orquesta…

Me acuerdo que todos los músicos no entraban en el estudio y tuve que hacer maravillas con la única cámara de que disponíamos.

Cuando venían los solos, había arreglado con uno de la banda para que me indicara con un movimiento de cabeza a dónde debía yo enfilar la toma, porque la verdad, no tenía ni idea.

La gente de afuera creía que yo sabia leer música, pero la verdad es que sabía lo que venía, mirándole la “pera” a aquella persona.

La cámara única de que disponíamos era milagrosa. Nunca dejó de funcionar.

Una vez se le estropeó el visor y estuve semanas moviéndola a tientas, con la cabeza torcida, guiándome por el monitor.

Difícilmente en algún otro lugar del mundo haya habido un atraso semejante.

-Artistas argentinos también venían.

-Por supuesto. Roberto Yanés fue de los primeros, Leo Marini, Edmundo Rivero, Héctor Mauré, Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo…

El humorista argentino, Juan Verdaguer.

-¿Ninguno se enojó al sentir en carne propia las carencias que tú describes?

-El único que yo recuerdo, fue el italiano Doménico Modugno, que ya era naturalmente histérico.

Vio lo que era el canal y se puso muy enojado. Y tenía razón porque aquello era la anarquía absoluta.

Una vuelta estábamos dando un espectáculo de ballet, en vivo por supuesto, y de pronto una de las luces se dio vuelta y dejó de iluminar.

Entonces vino un muchacho, Miguel Apolaro, pasó por entre todas las pibas que estaban danzando y dio vuelta el tacho como si él fuera transparente (se ríe a carcajadas).

Esas cosas pasaban muy a menudo.

Otra vez en un teleteatro, el primer actor estaba junto al teléfono, esperando que éste sonara, tal cual le indicaba el guión; pero el timbre que simulaba la llamada se rompió.

El pobre muchacho alargó lo que pudo su monólogo esperando la señal para agarrar el tubo pero ésta no llegaba.

Al final alguien dio dos golpes en la madera del piso y el actor atendió.

Aquél fue el único teléfono del mundo con una campanilla que funcionaba a golpes de nudillos (se ríe). Nadie se imagina lo que pasaba allá adentro.

Como era un lugar público, todo el barrio iba a ver los espectáculos y a veces había cincuenta o cien personas adentro del estudio.

Claro, se corría la voz de que actuaba Aníbal Troilo, la gente venia en masa y no se podía trabajar.

En los primeros tiempos, cuando el canal era de algunas radios, éstas tenían espacios de una hora por semana.

Uno de los locutores de El Espectador era un muchachito llamado Alfredo Zitarrosa, muy flaquito y esmirriado.

La otra era Mirta Acevedo, que tenía una voz preciosa, pero un volumen físico bastante considerable. Parecían “El Gordo y el Flaco” (se ríe). Que me perdone Mirta a quien quiero mucho.

-Ya veo.

  • La televisión, 50 años después.

-La televisión es muy cruel con muchas personas, como fue el caso de los actores de radioteatro Juan Casanovas y Violeta Ortiz.

Ambos eran estupendos en la radio pero no tenían físicos para la televisión.

La televisión desnuda el carácter de la gente.

Si usted es tímido, la televisión lo denuncia, si es un caradura o un malhumorado, también se lo dice. Si está con una copa, también lo demuestra.

-Algunos de ustedes tenían fama de beber sin muchos reparos.

-Y era cierta. Ya le dije que a esta altura de mi vida no voy a andar escondiendo nada.

A mí la bebida me ha perjudicado mucho durante toda mi vida, aunque ahora ya no tomo.

A veces con Roberto Mastra, que estaba en los controles, nos escapábamos a un boliche cercano, nos mandábamos unos “ojos de gallo” terribles y regresábamos bastante pintones. No le voy a negar que eso se notaba.

-¿Y don Raúl no sabia de esas anomalías?

-¡Cómo no iba a saber! Don Raúl era un lince y nada se le pasaba por alto.

Lo que ocurría era que nos dejaba hacer porque su presupuesto era muy barato.

Al año ya empezamos a sacar la única cámara para afuera porque nos trajeron una extensión de cable y organizamos hasta carreras de karts.

Momento de la primera transmisión de exteriores de Canal 10 en 1956, afuera de los galpones de la Exposición Nacional de la Producción, en la Avenida Centenario, donde funcionaba SAETA

¿Cómo eran los primeros teleteatros?

-Si la memoria no me falla, los primeros que trabajaron con nosotros fueron los de “El Tinglado”.

Claro que las cosas salían como se podía.

Ponéte en nuestro lugar: todo en vivo, con una sola cámara y con un sonido totalmente primitivo.

En una oportunidad uno de los protagonistas tenía que comer lenguas de cordero, de acuerdo al guión y los que armaban el espectáculo perdieron tiempo buscando unas de lata.

Había que oír la boca de don Raúl. Gritaba: “¿Y si le ponían un pedazo de bife no era lo mismo? ¿Quién se iba a dar cuenta?”. Creo que estaba en lo cierto.

Cuando se precisaban extras se utilizaba a los maquilladores. Ataúlfo Castillo y Cardama estaban para cualquier cosa.

Un día tuvieron que hacer de policías ingleses y les alquilaron unos disfraces, pero no había número para ellos.

A uno el pantalón le daba por las rodillas y al otro las mangas le tapaban las manos. Tenían que llevar preso a un delincuente, y como no se consiguieron esposas le ataron las manos con una piola.

Pintin Castellanos en Saeta TV (canal 10). S. f.  Los primeros años de la televisión en Uruguay, a fines de los años ’50 y principios de los ’60, tuvieron la presencia de los artistas de tango en sus programas. “Pintín” Castellanos (1905-1983). Músico, pianista, director, compositor. En 1933 dio a conocer “La puñalada”, que a través de la interpretación de la orquesta de D ́Arienzo sería una de las milongas más famosas. (Foto: colección Eduardo Caetano). Fuente CdF

-¿Las agencias de publicidad colaboraban?

-Algunas. La que empujó más fue la de Carmelo Imperio pero desgraciadamente a éste lo fueron ladeando injustamente.

La verdad es que en aquellos años era más efectivo y más barato hacer publicidad en las radios que en el Canal 10.

El pobre Imperio armaba sus programas a pulmón, “Viejo café del Centro”, por ejemplo, y cuando pasaba raya terminaba perdiendo plata.

Pocas personas han tenido mayor importancia en la televisión que Carmelo Imperio.

Incluso fue quien acercó a los permisarios de Canal 12 con los directivos del diario “El País”.

-Hace cincuenta años contribuiste a inaugurar la televisión nacional y ya quedan muy pocos de aquellos pioneros. Desde esa perspectiva, como ves el negocio televisivo de estos días?-

-Aquí, la televisión a nivel internacional se disparó y no creo que pueda ser recuperada.

Los directivos nuestros no quieren gastar y así las cosas no pueden caminar.

La televisión es una prostituta cara y con fiebre uterina. Lo único que quiere es plata y más plata.

Usted le da a dos mil millones de personas la final del Campeonato Mundial de Fútbol y al día siguiente el público ya está pidiendo para ver a Bill Clinton y Mónica Lewinsky en directo haciendo sus cositas en la Sala Oval de la Casa Blanca.

Y después de eso quieren ver al Papa mientras se baña en la ducha del Vaticano.

La televisión consume y consume cada vez más vorazmente. Ella traga todo lo que tiene a su alcance y siempre quiere más.

Ahora se pueden ver guerras, revoluciones y golpes de Estado sin salir del sillón.

-¿Y qué conclusiones se pueden sacar con relación a nuestro país?

-Que a la nuestra le faltan las ruedas, que tiene un desarrollo tan lento que da fiebre.

No digo que sea buena o mala, digo que no avanza.

Acá, como decía ese maestro del periodismo que fue don Carlos Scheck, la televisión es tan lenta que las noticias las pasan varias veces.

Dudo que hoy haya televisión uruguaya, todos los programas son argentinos, brasileños, venezolanos, mexicanos, o imitaciones de lo que ellos hacen. Lo que queda nuestro es muy poquito.

-Así y todo, trabajando en ella, llegaste a ganar unos buenos pesos.

-Porque cuando vi que como cameraman no sacaba ni un maldito peso, empecé a producir programas con mis amigos del alma Milton y Raulito Fontaina.

Comprábamos espacios, alquilábamos películas o seriales que eran carísimas, vendíamos minutos a los avisadores y ganábamos la diferencia.

Y así salía cada cosa que era para que nos fusilaran con juicio sumario.

Una vez teníamos una serial que se llamaba “Cinco Dedos” y de la cual habíamos podido comprar nada más que muy pocos capítulos.

Las pasábamos y las repasábamos todo el tiempo y sin que mediara un período de descanso entre una serie y la siguiente.

Una noche llamó una persona por teléfono, atendí yo y me dijo: “Decíme una cosa hijo de puta, ¿vos querés que me aprenda ese bodrio de memoria?”.

-También estuviste en la conferencia del CIES en Punta del Este.

-Eso fue por el sesenta y uno o sesenta y dos. Fue cuando vino el Che Guevara, y Milton Fontaina le decía: “¡Loco, estás siempre caliente con todo el mundo, aflojá un poco, no seas tan negativo!”.

Milton tenía esas cosas. Igual que cuando fue al aeropuerto de Carrasco y puteó a Fidel Castro, la primera vez que éste vino al Uruguay.

-Fue después de esos años que te dedicaste a la producción.

-Claro, porque de lo otro no podía vivir.

Fui a Buenos Aires y compré la serial “Los intocables” que la dimos de frente, al revés, de canto y de perfil. Harté a la gente con Elliot Ness.

Te encontrabas con cualquiera y te decía con entonación portorriqueña: “Corría el año 1932, cuando en Chicago, los pandilleros que violaban la ley seca…”.

También compré “El show de Lucy”, “Dick Van Dyke”, “El espectáculo más grande del mundo” con Jack Palance, “Los cuatro hombres justos” con Vittorio de Sica.

Cuando quise acordar casi todos los programas del canal eran nuestros.

Foto: fuente

-¿Y por qué esa función no la cumplía el canal?

-Ellos no querían comprar nada porque seguramente olfateaban una devaluación y no querían endeudarse en dólares. Era la posición lógica.

Pero nosotros éramos jóvenes y bastante estúpidos. Sin damos cuenta, les estábamos bancando el canal. Así que invertimos nuestros dólares, porque todo lo pagábamos al contado, llegaron las devaluaciones y nos fundimos.

-¿Lograste recuperarte?

-No, pero no pierdo las esperanzas. Recién tengo setenta años.


Fuentes y referencias:

  • «Ayer te vi, Crónica de la televisión uruguaya», Luis Prats, Ediciones de la Banda Oriental, 2009. (Archivo Horacio Nigro Geolkiewsky, LGdS).
  • «Primer camarógrafo uruguayo Jorge Severino: la televisión es una prostituta cara y lo único que quiere es plata y más plata». Reportaje de César di Candia. Semanario «Búsqueda», Montevideo, Uruguay, jueves 2 de setiembre de 1999. Págs. 46 y 47. (Archivo Horacio Nigro Geolkiewsky, LGdS).
Esta entrada fue publicada en 1943, 1946, 1949, 1950, 1953, 1955, 1956, 1960s, 1999, Documentos, entrevista, Exposiciones, Los principios, Montevideo, Notas de prensa, periodistas y locutores, Televisión, Uruguay y etiquetada , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

5 respuestas a El primer camarógrafo de la televisión uruguaya: Jorge Severino.

  1. María Carmen. dijo:

    Me encantó leer como empezó la televissión en Montevideo y me hizo recordar el acontecimiento en mi casa cuando llegó el primer aparato .Cosas que traen hermosos recuerdos.

  2. Mario dijo:

    Hay un gran ERROR en cuanto a la primer mujer de tv, NO FUE CRISTINA MORAN SINO LA MODELO FANNY ( nunca se supo su nombre verdadero, que junto a Enrique Moulia fueron los ” Maestros de ceremonia de la inauguracion al aire de Saeta en 1956

  3. Nora Sisto dijo:

    Me permito discrepar con que Cristina Morán fue la primera mujer en aparecer en la TV comercial uruguaya. Creo que la primera fue Maggie Funes, que hacía un comercial de unas pantuflas llamadas «Peddies». Era un comercial en vivo que consistía en una cama en medio del estudio, de la cual se levantaba Maggie Funes desperezándose y mostrando los pies con las Peddies. Es curioso que en ninguna parte se mencione. Saludos.

  4. Leon Ignicio dijo:

    Juan Verdaguer era uruguayo.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.